sábado, 28 de enero de 2012

Emilio Lledó, la enseñanza y las nuevas tecnologías...

Esta mañana, mientras me organizaba en casa, escuchaba a Emilio Lledó en una conferencia que pronunció el pasado 22 de febrero en la Fundación Juan March. Se trataba de una "autobiografía intelectual" en la que participaba como interlocutor el también filósofo Manuel Cruz. Lledó evitaba hablar de "sí mismo" y ponía énfasis en "su circunstancia". Y una de las circunstancias reseñables, según él mismo cuenta,  era la del estado en que se encontraba la enseñanza en las universidades españolas allá por su juventud. Es paradójico que aquello en lo que Lledó encontraba un defecto de forma se haya convertido en una forma de virtud.
El filósofo de Triana recuperaba la figura de su maestro, Don Francisco, para argumentar en contra de la excesiva "asignaturización" de la enseñanza y ponía como ejemplo la Universidad de Heidelberg, donde las clases eran verdaderamente "dadas". El maestro es, según Lledó, aquel que "da" el conocimiento.
Pues bien, hoy en día, ser un  maestro es prácticamente imposible y, además, está mal visto. Una "clase magistral" está considerada un insulto, un exceso. El papel del maestro desparece en beneficio de una plétora de artilugios pedagógicos que reducen la tarea del enseñante a la de un perfecto manipulador de estrategias, técnicas y cachivaches varios. Y así, se pone de moda hablar de "interdisciplinariedad", de "TICs", de "optatividad", de "aprendizaje significativo" (si carece de significado, ¿acaso lo llamamos "aprendizaje"?) y un larguísimo y malsonante etcétera.
No quiero utilizar a Lledó para revolverme contra la Pedagogía. No es esa mi intención. Simplemente le agradezco haberme recordado que la labor docente es una labor comprometida, en origen, con el conocimiento y su trasmisión. Y que esa labor, si bien debe adaptarse a los tiempos que corren, a las "circunstancias", no debe quedar subordinada a programas o modas que la desvirtúen.
Por eso, aplaudo la posibilidad de entrar a la web de la Fundación Juan March y de descargarme esta conferencia o cualquier otra para después grabarla en mi mp4 y oírla tranquilamente mientras le quito el polvo a los libros de la estantería. Y por eso también escribo este post: reivindico el valor de la palabra y cuestiono la importancia del formato en que ésta se proporcione.

SÍ a la incorporación de las nuevas tecnologías a la enseñanza; NO a la inversión de los términos en esta relación.


domingo, 22 de enero de 2012

Una flor, un poema...

La flor del almendro es frágil y temprana. Pero el genio Van Gogh consiguió inmortalizarla... 
Aquí os dejo un poemilla de Clara Janés:

Llegarán los almendros en flor


Llegarán los almendros en flor a tu ventana
huidos de mi pensamiento,
y el temblor del olivo 
que se estremece al paso de la noche.


Pero yo, cada vez más perdida en tus palabras,
no tendré fuerza para llegar hasta tu puerta,
me quedaré vagando por las calles,
desgranando temores por la tierra de Kampa,
dialogando confusa con el aire,
bailando cortesmente con el río la danza de la muerte,
con delicados arabesques 
y oscuras reverencias.


No intentaré siquiera hablarte con la lluvia,
ni cabalgar el viento
y escondida en sus crines
devolverte el perfume de las rosas


que tú de un solo gesto, de una vez para siempre,
has desenterrado para mí
con toda la encendida primavera.

¡Allá voy!

Ha llegado el momento de reconocer un hecho incuestionable: las tecnologías, bien usadas, nos facilitan ciertos aspectos de la vida. ¡Vaya descubrimiento! Lo sé, lo sé... Pero he dejado claro que se trataba de un "re-conocimiento". Es decir, el hecho en sí ya era conocido (por todos primero, después por mí). El caso es que siempre soy de las últimas en unirme al progreso. Rectifico: al progreso tecnológico.  
De manera que aquí estoy, con ilusión incluso, tratando de unirme... ¡a vosotros! Y si para ello tengo que teclear a dos dedos y dejarme las retinas, pues adelante. Seguro que merecerá la pena. 
Me encantaría decir que el blog tratará de esto o de aquello, aunque prefiero ser sincera: me uno al progreso tecnológico, pero no me caso con él. No me comprometeré con ningún tema, ni tampoco le daré una utilidad exclusiva (laboral, por ejemplo); pretendo que sea un espacio al que recurrir cuando tenga algo útil o bello con lo que ir amueblándolo.
¡Os espero por aquí!