lunes, 28 de mayo de 2012

El feo de Sócrates...



Sócrates, por todos es sabido, era un individuo bastante feo. A Nietzsche le llamaba la atención que lograra sobreponerse a su propia fisonomía, pues de una naturaleza tan poco bella nada “bueno” cabría esperar. La manera en que Sócrates logró vencer sus inclinaciones dionisíacas fue erigiendo la razón en dueña y señora de su vida. Por desgracia, el resultado se ha proyectado al resto de individuos que compartimos la cultura occidental, esa cultura sesgada y decadente de la que Nietzsche reniega y de la cual Sócrates habría sido el iniciador…  Si bien nos enorgullecemos de aquello que nos distingue del resto de especies vivas, la razón, renunciar a nuestra otra mitad no delata demasiada inteligencia. Razón y sentimientos, verdad y mentira, placer y dolor, vigilia y sueño, sobriedad y embriaguez: la vida no se resuelve en uno de estos polos, ni tampoco se sintetiza a partir de ellos. La vida es dinámica y se compone de ambas corrientes, de ambos flujos. De su infinita combinatoria se nutren las experiencias humanas.Nuestra cultura pretende descansar en la razón y proclama valores poco afines a la vida. Sócrates, de hecho, terminó por renunciar a la suya propia. Lo más triste es que esa hembra engañadora, como la definió Nietzsche, ya no puede ocultar por más tiempo sus mentiras y no hacemos nada por asumirlo. El rencor y la tristeza provienen de nuestra incapacidad para asumir alegremente el carácter “trágico” de la vida. Sólo quien emprende dicha tarea, consigue recuperar el valor de estar vivo.

sábado, 5 de mayo de 2012

Sócrates y los sofistas cogidos de la mano...


En la actualidad, el término “sofista” no despierta la desconfianza y el rechazo de antaño. Fue Hegel quien inició la campaña a favor de estos maestros de la virtud, a quienes el alemán consideró unos auténticos ilustradosA pesar de haber sido tildados de embaucadores y demagogos, el hecho de que los sofistas aparezcan como interlocutores habituales de Sócrates en los diálogos platónicos delata, de alguna manera, que eran competentes en el terreno intelectual (al menos en lo que respecta a la primera generación, especialmente Protágoras, Gorgias y Antifonte). 
Ciertamente, los pocos fragmentos  originales que se han conservado y los testimonios recogidos por otros autores de la época describen actitudes muy distintas entre éstos y Sócrates, principalmente en lo que respecta a la consideración de la utilidad del saber. Así como para los sofistas el saber resulta útil en la medida en que nos permite argumentar y obtener éxito, para Sócrates el saber es más bien un fin en sí mismo, pues está ligado por completo a la virtud y a la felicidad, sin depender de nada externo. Sin embargo, el hecho de que los fundadores de las principales escuelas socráticas hubieran sido discípulos de algunos sofistas, pone de manifiesto que el trayecto desde la denominada “sofística” hacia la “filosofía” es transitable. Así, según numerosas fuentes, el fundador de la escuela cínica fue Antístenes de Atenas y Aristipo de Cirene de la escuela que llevaba su nombre, discípulos de Gorgias  y de Protágoras, respectivamente, antes que de Sócrates.
No todos los denominados sofistas mantuvieron discursos vacíos; algunos de ellos se implicaron en la política y trataron de poner de manifiesto sus principales mecanismos. Y con respecto a la manera en que entendían el lenguaje y proponían usarlo (retórica, erística), supieron ver el alcance de la palabra, su capacidad de seducción, y advirtieron de los peligros que esto suponía. Tal vez se les pueda acusar de haber contribuido a la conversión de la democracia en un sistema demagógico, adiestrando a los ciudadanos para las prácticas sociales en lugar de hacerlo para la búsqueda de la verdadera justicia; sin embargo, no podemos negar que manifestaran cierta independencia y libertad de conciencia frente al “Estado”, aspecto a reivindicar para cualquier democracia que pretenda estar constituida por ciudadanos librepensadores. Nuestro sistema educativo, por ejemplo, promueve objetivos relacionados con el logro de las habilidades necesarias para desenvolverse y participar en el ámbito social y la capacidad de expresarse con propiedad

La muerte de Sócrates, Jacques-Louis David (1787)

Quizá sería posible reconciliar a Sócrates con los sofistas aceptando que una sociedad compuesta por individuos ignorantes, egoístas y sin compromiso con la justicia está llamada a la corrupción y a la desintegración y que, al mismo tiempo, una sociedad en la que los individuos no están preparados para alertarse ante discursos seductores y rebatirlos a través de la palabra (que se manifiesta por diversos cauces), está irremediablemente destinada a ser conducida por quienes detentan el poder.