jueves, 11 de octubre de 2012

Dolor y ficción


Pablo Picasso
Cabeza de mujer llorando con pañuelo (1937)
Somos una especie hábil desplegando toda clase de mecanismos de defensa, aunque en ocasiones el dolor del que tratamos de protegernos es ficticio. Quiero decir que la "autodefensa" puede convertirse en algo parecido a un resorte descontrolado, e incluso a un vicio. Sí, un vicio siempre y cuando nos genere dependencia; siempre y cuando alivie el presente, sin mejorar la perspectiva de futuro. Algunas personas adoptan una actitud cobarde e incompatible con nuevas metas y objetivos para evitar el fracaso. Otras, reformulan su pensamiento para no admitir el error. En cualquier caso, si el dolor que se pretende prevenir en el momento de defenderse ni siquiera es real, es probable que el propio mecanismo de defensa esté resultando ser un mecanismo de autoagresión. Por supuesto, Freud había reparado en ambos mecanismos: él sostuvo que las conductas autodestructivas solían tener su origen en el sentimiento de culpa y dicho sentimiento, a su vez, podía anticiparse a la conducta que habría de originarlo. Ahora bien, cuando ya no se trata de castigarnos por lo que hemos hecho o podríamos llegar a hacer, sino por aquello que podría llegar a "pasar", nuestro sistema defensivo se vuelve tan nocivo para el propio organismo que más nos valdría deshacernos de él. Para ello, es evidente que necesitaríamos disponer de un tercer mecanismo, para el que aún no he pensado un nombre...

Sin tan sólo fuese posible asumir el dolor como un color primario de la vida... No nos anticiparíamos a él ni le rendiríamos más homenaje que a la alegría y al placer. Y entonces sí, una vida enriquecida, apolínea y dionisíaca, se dibujaría en el horizonte. Aunque no sería uno de nosotros quien la contemplara, sino una especie mejorada: el Übermensch de Nietzsche.

2 comentarios:

  1. Encuentra el nombre de ese tercer mecanismo y házmelo saber. Quizá sea un talismán para salir del agujero en que estoy presa, un hilo del que tirar para encontrar la salida del laberinto. Espero que la luz que difundes no se apague en tu propio caminar. Un abrazo inmenso. Ju.

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  2. De lograr desenmascarar ese tercer mecanismo, que hasta ahora no se ha mostrado clemente, serás la primera persona con quien lo quiera compartir... Otro abrazo, más grande, para ti.

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