domingo, 24 de noviembre de 2013

Un dios bailarín...


Aún tratándose de un individuo crítico hasta la corrosión (o quizá por eso mismo), Nietzsche consigue hacerme sonreír y relamerme con verdadera fruición. Y este fragmento, en concreto, hace que mi espíritu se empodere y se balancee al son alegre de un optimismo casi divino:
"Yo sólo creería en un Dios que supiera bailar.Cuando vi a mi demonio, le hallé serio y grave, profundo y solemne. Era el espíritu de la pesadez: por él caen todas las cosas.No se mata con la ira, sino con la risa: ¡matemos, pues, al espíritu de la pesadez! Aprendí a caminar, y desde entonces corro. Aprendí a volar, y desde entonces no tolero que me empujen para pasar de un sitio a otro. Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila en mí.Así habló Zarathustra*."
Hemos de reeducar a nuestro demonio cada uno, liberarlo de aquello que lo humilla y degrada, de todo cuanto le impide ser grácil o mengua su vitalidad. Hemos de conseguir hacerle reír a carcajada limpia, volverle burlón y atrevido. Y cuando él dé las órdenes en nosotros, para conducirnos por la vida como alegres tarambanas, no habrá otro horizonte posible que el de la jovialidad...

*NIETZSCHE, F.: Así habló Zarathustra, p.59, Planeta DeAgostini, Barcelona: 1986.

No hay comentarios:

Publicar un comentario